sábado, 26 de diciembre de 2009

Instrucciones para fumar un puro.

Instrucciones para fumar un puro.

Consideraciones previas

Allá al fondo está la muerte, pero no tengas miedo. Cuando te dan un puro no te regalan sólo un puro, un cigarro de buena o mala calidad, aromático, de suave firmeza o de olores opacos y de pobre capa, no, cuando te regalan un puro te regalan ni más ni menos que la continuación directa de aquel arcano primordial, elaborado en algún equinoccio perdido, entre las incontables fechas de un enmohecido calendario tropical. Por eso es que todos los puros, buenos o malos, merecen todo el respeto del mundo.
Un puro es, ante todo, un objeto del tiempo, es el hijo predilecto de todo lo que ocurre despacio, es un antiguo favorecido del viento, amigo inseparable de la paciencia y de la tranquilidad, y su humo, cómplice perfecto de lo sobrenatural, de lo misterioso, de lo oculto, de lo sacro y de lo que sólo ocurre dentro de los cónclaves de los elegidos. Una verdad quizá muy triste y que no debe omitirse por más funesta que ésta sea, es que siempre el humo del puro tendrá notas de soledad y de muerte, en proporciones siempre variables, pero su presencia es ley constante y es aceptada y conocida por todos aquellos que se dicen a sí mismos fumadores de puro. Es por eso que al fumarlo es inevitable que entre los múltiples aromas de su humo surja un sabor a gran privacidad, a mucha cercanía e incluso hasta de intimidad. Es un riesgo que se corre siempre que se fuma. Cuando se fuma se está haciendo un guiño atrevido a la muerte que se esconde detrás de esa esquina invisible. Cuando se fuma con alguien más, se está caminando acompañado ciertamente al más allá, al después. El ofrecer un puro es ofrecerse a compartir un momento que puede ser el comienzo de lo último.

Pasos a seguir

Si bien un verdadero conocedor de puros difícilmente negaría recibir uno de obsequio, lo primero que ha de hacerse es mirar a éste detenidamente. No, jamás, de modo que parezca que se está juzgándolo, es sólo simplemente para conocer al puro, en todos sus matices posibles para así poder saber cómo comportarse ante él, cómo se va a fumarlo, porque un puro siempre ha de fumarse de forma acorde a su naturaleza, cada uno tiene, si se me permite decirlo, su propia personalidad, aunque su humo siga siendo en parte el mismo de todos los puros de siempre.

Después de mirarlo con atención, de tomarlo entre las yemas de nuestros dedos y de presionar muy levemente a lo largo de su cuerpo, se debe olerlo atentamente, aspirar de una sola vez el aroma que desprende. La primera imagen que venga a tu mente al hacer esto te revelará la verdadera esencia del puro que estás por fumar. De acuerdo a ésta es lo que deberás esperar al momento de fumarlo. Hay veces que al realizar este paso tan importante, salta a la mente alguna escena de playa al atardecer, quieto el mar y en silencio la noche vaciada de estrellas, hay otras, en las que la imagen que remiten es la de algún bar nocturno que desborda música cubana o de trova sumergido en la recóndita oscuridad de la noche, o la de un café, a la hora de la comida en invierno en París; con esa su luz tenue y mortecina que hace ver todo tan antiguo y tan frío, y que nada tiene de romántico y sí mucho de viejo y gastado, de aburrido.

El siguiente paso es cortarlo. Esto es algo que requiere de toda la atención y concentración posibles. El hacerlo de manera descuidada puede arruinar todo el momento que el puro tiene por ofrecer. Debe hacerse el corte lo más recto posible, cuidando que éste sea limpio y certero, hay que tener un poco de sangre fría al hacer esto para hacerlo bien. Existen varios utensilios para cortarlo, tijeras, pequeñas guillotinas o punzones. La verdad es que todos sirven si se utilizan de la manera correcta, de acuerdo al gusto y placer propios es el instrumento que se utilizará. Cuando se corta la cabeza del puro, se está haciendo la invitación no sólo a éste, sino a tu acompañante también, de que es tiempo.

La hoja de tabaco es suave y es amable, por eso a la hora de encenderlo se debe hacerse con delicadeza. Puedes arruinar la obra de arte de un torcedor o bien puedes llevar al epítome de la gloria el arte del puro. Existe un momento culmen a la hora de encenderlo, la primera calada es el primer contacto que tienes con el espíritu del puro, es un encuentro fugaz y repentino, puede llegar a ser una epifanía, en realidad no existe un resultado esperado, puedes ser tocado por la misma esencia del después o puedes incluso estar en contacto con quién quizá no conoces.
Después de esto sólo queda navegar por la ruta que tiene marcada el puro que la suerte te ha escogido. Tender las velas del espíritu al cielo aromático recién nacido. Porque el fumar es navegar, por un mar cuyo oleaje es una mezcla sublime de humo, palabras y silencios. Porque fumar es una aventura, no hay ningún camino abierto más que el que forjes con tu propio aliento. Es todo, al fin y al cabo, un viaje.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Tarde

Eran ya los últimos momentos de la tarde, los más bellos. El sol había dejado de verse hace ya muchas horas entre los techos de la ciudad. Fue hace unos días tan sólo; fuimos a un lugar muy especial mis amigos y yo.
Es un café que ofrece una muy buena variedad de puros con la intención de ser fumados ahí mismo. Del mismo modo, puedes pedir hookas de muchos sabores.


Se llama el lugar tan especial Sir Fuentes Cigar Factory, nos sentamos justo en la entradita y pedimos una hooka y café, la hooka fue de sabor coco con menta, el café no lo recuerdo. La verdad es que sólo me acuerdo de mis amigos y de mis puros. Yo fui a ver la selección de puros y llevé dos: un robusto nicaragüense/mexicano que fue el que fumé ahí mismo, y uno de las vitolas más grandes de Hoyo de Monterrey; un doble corona que dejé para después, guardándose y haciéndose más sabroso en mi humidor.



La hooka estuvo bien aunque tenía una pequeña fisura que no permitía fumar muy bien. El puro, de la casa, uy, estuvo delicioso. Tuvo un sabor bastante fuerte, con bastante cuerpo, y como todos los que comparten tabaco mexicano: un sabor agradable a tierra. Me imaginé a mí caminando entre la tierra negra de alguna vereda perdida en Veracruz, y la tierra crujiendo y crujiendo bajo mis pies, y yo fumándolo, tan sublime, tan rico…



Ya en el final del segundo tercio, el sabor comenzó a suavizarse, ya no era tan intenso, es de esos que con un café no tienen comparación.

Y así, y así, el humo blancuzco iba iluminando todo el pequeño café, y yo me sentía muy feliz, y me acordé de ti, y pensé en ti, y dije: la vida es como un puro.





Ah, muchas gracias Mariana, marianísima fomperosísima y Juan.
Las fotos que están increíbles y que me gustan muchísimo fueron tomadas por Juan.



P.S. Pronto estará listo mi instructivo , dedicado a una persona muy especial fumadora de puros.